viernes, 15 de abril de 2011

Educación a lo largo de la vida: Reflexiones


Pese a no tratarse de  un paradigma novedoso – ha sido enunciado a lo largo de la historia por Platón, Kuan Tzu, o Comenius, entre otros -, no será hasta el principio de la década de los años 70 del pasado siglo cuando, a nivel institucional, se comienza a dejar de considerar que los procesos educativos, deben de  circunscribirse casi exclusivamente a las primeras etapas de desarrollo del ser humano -infancia, adolescencia y juventud-,  siendo el escenario de los mismos las instituciones educativas formales.

El hecho de que el ser humano es  un proyecto inacabado, dúctil y dotado de plasticidad, siempre capacitado para incorporar intencionalmente y asimilar nuevas destrezas, conductas y actitudes, -educabilidad-, unido a los vertiginosos cambios, muchos de ellos originados en los ámbitos económico y laboral,  que nuestra postindustrial, heterogénea, multicultural y globalizada sociedad del conocimiento experimenta, han motivado la adopción de dicho paradigma como principio rector de la educación.

La asunción de este paradigma, pese a ser en parte consecuencia de cambios en el ámbito social, a su vez, también desafía a esa misma sociedad cumplir una serie de requisitos:

Evitar un enfoque reduccionista del paradigma.
No llevaría a buen puerto el que, influenciados por la presión de factores como la crisis económica y los inherentes niveles de paro, la educación a lo largo de la vida sea concebida como un mero sistema de reciclaje laboral con el único fin la consecución o conservación de un puesto de trabajo.

La educación ha ser integral y  no sólo ceñirse a objetivos ámbitos económico-laborales y sólo así, con la ayuda de la participación activa y transformadora,  se contribuirá al bienestar social y cultural.


Garantizar la igualdad de oportunidades en el acceso a la educación.
Es obvio que el futuro individual y el de  nuestra sociedad  están estrechamente relacionados con la educación; puede decirse que sin educación no hay futuro.

La igualdad de oportunidades juega un papel crucial, no sólo desde el punto de vista puramente económico (becas, gratuidad de la enseñanza, subvenciones, etc.), sino también desde el prisma de la acción pedagógica y  su obligada atención a la diversidad. Las características individuales del educando (capacidades innatas, intereses, motivaciones y experiencias) siempre tendrán que ser objeto de especial atención por parte del educador, con el fin de impartir una educación individualizada y no se escatimará en medios para su consecución.



Respeto a la diversidad.
En escenarios sociales multiculturales, no tiene cabida la discriminación,  segregación o exclusión por causas de sexo, religión, raza o cultura. Asimismo, la sociedad debe de cuidar sobremanera la convivencia y el equilibrio de los procesos de aculturación y enculturación. No hay culturas mejores que otras: todas tienen cabida en nuestra sociedad y se adoptarán las medidas adecuadas para evitar que las de poseen un grado de implantación mayor desplacen y condenen a la desaparición a las minoritarias. Es una cuestión de sumar, no de restar.

Fomentar y promocionar la oferta educativa a lo largo de la vida.
La sociedad y, más concretamente sus instituciones, no deben trasladar la responsabilidad de la educación a lo largo de la vida únicamente a la iniciativa de las personas. Se deberán incentivar, fomentar, promover y promocionar acciones educativas en los ámbitos formales, no formales e informales, adecuados a todas las etapas de la madurez, coherentes con el entorno del educando y dirigidos a todas las dimensiones vitales.

Reconocimiento de nuevos escenarios educativos.
Cada vez se adquirirá más saber en escenarios ajenos a la educación formal y éste habrá de ser reconocido y apreciado.
Los escenarios no formales e informales participarán en este paradigma en un espacio común junto a la educación formal, que seguirá teniendo una importancia esencial, que desde la Educación Infantil has la Superior, seguirá formando parte del sistema educativo pero incorporando nuevos enfoques como la estimulación de la curiosidad intelectual, orientando la oferta formativa a  demandas y educandos cada vez más diversificados y teniendo muy presente en las primeras etapas, la importantísima e irrenunciable misión de aprender a aprender. Si no se logra este objetivo, un pesado lastre acompañará al educando el resto de experiencia vital.

También las empresas y las comunidades locales empezarán a tener una creciente importancia en la educación. Asimismo, deberían de instrumentarse fórmulas para que los medios de comunicación, sobre todo la TV y la radio, acrecienten su rol de agentes educadores dentro del ámbito informal.


Fomento de la participación.
Una sociedad participativa implica una sociedad libre y cuanta más participación se registre, sea cual sea el ámbito de la misma, se irá transformando la sociedad en una mejor, que a su vez será más libre y retroalimentará la participación en las nuevas generaciones.

Actualmente, las sociedades libres implican sistemas políticos democráticos en las que los valores cívicos ocupan un lugar determinante. Dado que el ciudadano no nace, sino que se hace, se prestará especial atención a contenidos como Educación para la Ciudadanía

Prestar atención a las nuevas tecnologías.
Partiendo de la base del carácter esencial de las habilidades de lectoescritura, se incorporará, en la medida de lo posible y evitando el “hacer por hacer digital”, a todo ámbito educativo competencias en nuevos alfabetismos vinculados a las nuevas tecnologías, procurando además que los educandos nos los utilicen únicamente como meras herramientas receptoras de información, sino potenciando su  funcionalidad emisora y productora.

Recordemos además que, la problemática brecha digital, no sólo se produce entre países del primer y tercer mundo; también aparece en nuestras sociedades occidentales vinculada a las desigualdades sociales. El desatender en este ámbito a estos sectores de la población hipotecará todavía más su fututo.


¿Podemos hablar de una nueva definición de educación?


Más que una radicalmente nueva definición conceptual de educación, lo que este paradigma conlleva, es una alteración de las coordenadas espaciales y temporales en las que aplica: la ampliación de la cantidad de escenarios en los que los agentes y actores interactúan  y su prolongación a lo largo de la vida. De esta forma, es más preciso hablar de la incorporación de estos dos conceptos a la definición de educación:

Educación es un proceso comunicativo e intencional  exclusivo e inherente al ser humano, presente a lo largo de todo su ciclo vital, que tiene lugar tanto en  escenarios formales, no formales e informales, consistente en la transmisión de conocimientos, valores, conductas y habilidades simultáneamente a la potenciación y perfeccionamientos de las facultades innatas, con la finalidad de dotarle de cultura y madurez para así facilitar su integración y participación -activa, constructiva y transformadora- en la Sociedad.

¿Condicionan estos cambios a los profesionales de la educación? ¿Cómo?

Es obvio que los profesionales de la educación sí se ven condicionados por estos cambios, no pueden abstraerse e ignorar todos los  restos que conlleva este paradigma. Todos estos cambios demandan a los educadores una mayor cantidad de saberes y conocimientos: psicología, sociología, ecología, tenología, política, legislación, etc., a veces ajenos al área de actuación. También, los choques culturales inherentes a nuestro mundo globalizado, generan conflictos que se deben solucionar de una forma justa. No es menos importante el correcto dominio de medios tecnológicos y digitales. Por último, la incertidumbre acerca de lso cambios que seguro tendrá lugar a corto/medio plazo, los obligan a intentar situarse en una perspectiva que les permita intentar adelantarse a dichos conocimientos.

No cabe ninguna duda que los  profesionales de la educación, agentes perfectamente delimitados dentro de  este paradigma, para afrontar todos estos retos y exigencias, tendrán que simultanear el rol de educador con el de educando y convertirse también en actores de la educación a lo largo de la vida, para, de esta forma, seguir madurando como personas y adquirir nuevas  competencias,  conocimientos y experiencias.

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