Las condiciones de vida de los habitantes de los suburbios de las grandes ciudades de países emergentes son escandalosamente parecidas a las del proletariado del siglo XIX (infravivienda, deficientes condiciones higiénicas, explotación laboral, míseras remuneraciones incompatibles con una vida digna, carencia de coberturas sociales, insuficientes infraestructuras, etc.). Tampoco el inescrupuloso abuso del trabajo infantil ha sido, ni mucho menos, erradicado, tal y como denuncian diversos informes y noticias, llegándose a la conclusión que la explotación, la irresponsable depredación del medio ambiente y la miseria son inherentes a los grandes beneficios económicos de las multinacionales , auténticos gobiernos en la sombra.
Un recorrido por la periferia de Manila, Mumbai,
Buenos Aires o Shanghái se convierte en una especie de viaje en el tiempo que
evidencia el desigual reparto de la riqueza como el gran problema de la
humanidad.
Sin embargo, el “primer mundo”
que habitamos tampoco se libra de esta lacra, pareciendo extemporáneo que, ya
en los albores de la crisis, se
cuantificarán en España 20.000 casos de explotación infantil. La depresión económica que sufrimos dejará
una herencia nefasta en forma de una notable bajada del nivel de vida, más
sensible en las clases medias y bajas
que, a su vez, propiciará un masivo
trasvase de estamento social en sentido
descendente, un recorte salvaje de las prestaciones sociales (educación, salud,
pensiones, etc.) y un acusado ascenso del desempleo. Obvia resaltar que la
población infantil, como eslabón de la cadena social más débil e indefenso,
sufrirá también estas consecuencias que, inevitablemente, influirán
negativamente en su desarrollo.
El descontento social,
previsiblemente, se volverá cada vez más conflictivo y, al igual que sucediera
en el siglo XIX, se producirán luchas, aguardemos que de carácter pacífico,
entre las mayoritarias, reivindicativas y socioeconómicamente devaluadas clases medias y bajas frente a la
oligarquía económica.
Estamos asistiendo a la irrupción
de un modelo social caracterizado por la disolución de las clases medias en
beneficio de una nueva clase social de nivel socioeconómico inferior a la que
me tomado la licencia de denominar, simplificando el término neoproletariado, “neoletariado”.
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